07 enero 2013

Nuestro querido parlamento


De repente me dieron ganas de escribir y opinar sobre esas descabelladas ideas que leo sueltas de un lado y del otro, siempre en contra del, ya muy comentado, auto aumento de sueldo que han decidido regalarse nuestros representantes.
Hace pocos días un Ex Presidente del Poder Legislativo, opinó sobre la posibilidad de cerrarlo, si, hablo de Daniel Abugatas, quien indicó que debido a la falta de legitimidad – o lo que es lo mismo, poca aprobación de la población hacia su gestión- este podría cerrarse y convocarse a una reforma que traería consigo no solo nuevas leyes si no también nuevos actores; y que además el Presidente de la Republica aprobaría dicha situación.
Los anteriores comentarios fueron tomados como simples ideas sueltas y descabelladas que como suele suceder el Perú, tienen algunos representantes de: la izquierda, la caviarada, el fujimorismo  o cualquiera de ellos -porque siempre hay uno de esos representantes en cualquiera de sus tendencias ideológicas-.  Lo cierto es que analizando el comentario, muchos lo compararon con el fujimorismo del 93, donde la población respaldo dicha medida. Sin embargo, la actualidad social, política y económica no nos permitiría aceptar una situación similar pues esta atentaría contra las prácticas democráticas y la institucionalidad, que aunque débil, está en proceso de consolidarse en un país donde los vaivenes políticos son cotidianos. De ser así acabaríamos con instituciones cada vez que se publicaran los resultados de un sondeo de opinión publica, recordemos además que le Ex Presidente Toledo durante el 2005 tuvo niveles de aprobación inferiores al 10%[1] que no impidieron que culmine su mandato, Así otras instituciones como el Poder Judicial estarían también condenadas a la desaparición tan solo por que las encuestas de opinión publica y sus resultados así lo sugieren[2].
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Volviendo a lo descabellado de la idea, si el Sr. Daniel Abugatas tenía la propuesta esta hubiera quedado solo como una idea suelta expuesta en un programa de televisión, no habría de que preocuparse.  Sin embargo, como muchos ya tenemos claro, en política las casualidades no existen y estos últimos días nos han demostrado que tenemos todo el derecho al ser suspicaces cuando vemos que el Congreso ha decidido aprobar su aumento de sueldo, y esto, no solo por los motivos expuestos y comentados ya por muchos, si no porque este aumento causa indignación al representado, que genera mayor desprestigio e ilegitimidad hacia una de las instituciones que debería garantizar el equilibrio de poderes y la institucionalidad del país, que pese a sus errores, desaciertos y patinadas debe mantenerse en cumplimiento de sus funciones (representación, control político y legislación).
Empiezan entonces a escucharse las reacciones de la población que aparentemente es espontanea, en contra de la medida de aumento de sueldo, las protestas lo cacerolazos y hasta comentarios que indican, “sacaremos a los otorongos”. Pero volvamos al tema de fondo, ¿quien impulsó este súbito y casi asolapado aumento?, ¿acaso no fue la bancada oficialista? y ¿por qué lo impulsó? si todos sabíamos que generaría descontento en todos los sectores socio económicos, entonces, ¿no es acaso legitimo pensar que este aumento que genera descontento, justificaría aun más ese cierre que mencionó Abugatas, y que incluso los mismo políticos respaldan indirectamente al decir “que los congresistas trabajan poco y ganan mucho”?.
Tengamos cuidado con esta protesta que lejos de crear conciencia sobre la trasparencia de los ingresos y egresos de nuestros representantes, podría generar una justificación a esta propuesta descabellada, que nos alegaría de prácticas democráticas e incluso podrá en riesgo la estabilidad y crecimiento que tanto nos ha costado construir. Si el tema pasa por pedir un cambio constitucional pues el tema puede ser perfectamente debatido en la comisión de constitución siempre que el Congreso llegue a los consensos y negociaciones propios de su función, no lleguemos nuevamente al extremo de creer que quien es menos democrático tiene mayor autoridad y genera mayor respeto.
La democracia siempre está en juego en el Perú, nuestra cultura política prefiere siempre el autoritarismo antes que la libertad, la institucionalidad está en juego y con ella el equilibrio de poderes, ya sea por error de estos representantes, que no debemos olvidar, fueron elegidos por nosotros, o por premeditación de gobernantes cuyas prácticas democráticas no serían entonces tan sanas. La interrogante queda pero la expectativa de equivocarnos y de creer que es solo un error más de nuestro “querido” congreso prevalece.




[1] http://www.datum.com.pe/Datum_english/OP%20Julio%20-%20Final%202006.pdf
[2] http://www.cpi.com.pe/descargas/OPNA20120330.pdf