De repente me dieron ganas de
escribir y opinar sobre esas descabelladas ideas que leo sueltas de un lado y
del otro, siempre en contra del, ya muy comentado, auto aumento de sueldo que
han decidido regalarse nuestros representantes.
Hace pocos días un Ex Presidente
del Poder Legislativo, opinó sobre la posibilidad de cerrarlo, si, hablo de
Daniel Abugatas, quien indicó que debido a la falta de legitimidad – o lo que
es lo mismo, poca aprobación de la población hacia su gestión- este podría
cerrarse y convocarse a una reforma que traería consigo no solo nuevas leyes si
no también nuevos actores; y que además el Presidente de la Republica aprobaría
dicha situación.
Los anteriores comentarios fueron
tomados como simples ideas sueltas y descabelladas que como suele suceder el
Perú, tienen algunos representantes de: la izquierda, la caviarada, el
fujimorismo o cualquiera de ellos
-porque siempre hay uno de esos representantes en cualquiera de sus tendencias
ideológicas-. Lo cierto es que
analizando el comentario, muchos lo compararon con el fujimorismo del 93, donde
la población respaldo dicha medida. Sin embargo, la actualidad social, política
y económica no nos permitiría aceptar una situación similar pues esta atentaría
contra las prácticas democráticas y la institucionalidad, que aunque débil,
está en proceso de consolidarse en un país donde los vaivenes políticos son
cotidianos. De ser así acabaríamos con instituciones cada vez que se publicaran
los resultados de un sondeo de opinión publica, recordemos además que le Ex
Presidente Toledo durante el 2005 tuvo niveles de aprobación inferiores al 10%[1] que no
impidieron que culmine su mandato, Así otras instituciones como el Poder
Judicial estarían también condenadas a la desaparición tan solo por que las
encuestas de opinión publica y sus resultados así lo sugieren[2].
Volviendo a lo descabellado de la
idea, si el Sr. Daniel Abugatas tenía la propuesta esta hubiera quedado solo
como una idea suelta expuesta en un programa de televisión, no habría de que
preocuparse. Sin embargo, como muchos ya
tenemos claro, en política las casualidades no existen y estos últimos días nos
han demostrado que tenemos todo el derecho al ser suspicaces cuando vemos que
el Congreso ha decidido aprobar su aumento de sueldo, y esto, no solo por los
motivos expuestos y comentados ya por muchos, si no porque este aumento causa
indignación al representado, que genera mayor desprestigio e ilegitimidad hacia
una de las instituciones que debería garantizar el equilibrio de poderes y la
institucionalidad del país, que pese a sus errores, desaciertos y patinadas
debe mantenerse en cumplimiento de sus funciones (representación, control
político y legislación).
Empiezan entonces a escucharse
las reacciones de la población que aparentemente es espontanea, en contra de la
medida de aumento de sueldo, las protestas lo cacerolazos y hasta comentarios
que indican, “sacaremos a los otorongos”. Pero volvamos al tema de fondo,
¿quien impulsó este súbito y casi asolapado aumento?, ¿acaso no fue la bancada
oficialista? y ¿por qué lo impulsó? si todos sabíamos que generaría descontento
en todos los sectores socio económicos, entonces, ¿no es acaso legitimo pensar
que este aumento que genera descontento, justificaría aun más ese cierre que
mencionó Abugatas, y que incluso los mismo políticos respaldan indirectamente
al decir “que los congresistas trabajan poco y ganan mucho”?.
Tengamos cuidado con esta
protesta que lejos de crear conciencia sobre la trasparencia de los ingresos y
egresos de nuestros representantes, podría generar una justificación a esta
propuesta descabellada, que nos alegaría de prácticas democráticas e incluso
podrá en riesgo la estabilidad y crecimiento que tanto nos ha costado
construir. Si el tema pasa por pedir un cambio constitucional pues el tema
puede ser perfectamente debatido en la comisión de constitución siempre que el
Congreso llegue a los consensos y negociaciones propios de su función, no
lleguemos nuevamente al extremo de creer que quien es menos democrático tiene
mayor autoridad y genera mayor respeto.
La democracia siempre está en
juego en el Perú, nuestra cultura política prefiere siempre el autoritarismo
antes que la libertad, la institucionalidad está en juego y con ella el
equilibrio de poderes, ya sea por error de estos representantes, que no debemos
olvidar, fueron elegidos por nosotros, o por premeditación de gobernantes cuyas
prácticas democráticas no serían entonces tan sanas. La interrogante queda pero
la expectativa de equivocarnos y de creer que es solo un error más de nuestro
“querido” congreso prevalece.